SAGA DE HOSTELEROS DE MONTAÑA

La historia de este Hotel-Restaurante de la Vall de Camprodon, inaugurado en 1971, es sobre todo la historia de tres generaciones que han trabajado juntas para poner en marcha y llevar adelante un negocio en un entorno, el de montaña, que no siempre ha sido fácil.

Los orígenes

Poner un pie en la Fonda Rigà es notar la calidez que desprenden aquellos negocios que llevan las familias bien avenidas y orgullosas de saber que han llegado donde han llegado haciendo una piña, y la estirpe Rigat-Gardella es una de ellas.

Lola faenando en la cocina, y Albert regando el jardín.

Podríamos decir que Albert Rigat y Lola Gardella se conocen desde siempre. Hijos ambos de Tregurà, muy pequeños ya jugaban juntos por las calles y rincones del pueblo. Él nació en 1944 a Cal Cutu, en el vecindario de Abajo, y se tuvo que espabilar desde muy jovencito. Apenas tenía 12 años que ya bajava a cuidar vacas en una masía de Vilallonga de ter, desde donde si levantaba la vista veía las casas de su pueblo. Más tarde fue a hacer el servicio militar en Olot. Se presentó voluntario.

Con Lola, comenzaron a festejar pronto y de muy jóvenes, cuando él tenía 21 años y ella 17 se casaron. Fueron a vivir a Cal Xec, de Tregurà de Arriba, de donde es hija Lola, con los padres de ella, en José y la Conchita que siempre los ayudaron y apoyaron tanto con el negocio hotelero como con la extensa familia que fue llegando.

El espíritu emprendedor de Albert enseguida se asoció con la capacidad ilimitada de trabajo de Lola, y durante cuatro o cinco años regentaron un pequeño y viejo hostal que había en el pueblo mismo, a Cal Tec. El establecimiento también hacía de tienda para los vecinos del pueblo. Venían pienso para el ganado y otros víveres. En aquel primer hostal ya tenían algunas habitaciones para los clientes que querían pasar la noche o que decidían pasar algunos días de vacaciones en el pueblo. Pero las instalaciones eran muy viejas y por ello pidieron a los propietarios de hacer reformas y alguna ampliación para poder atender mejor a los clientes. Como les dijeron que no, decidieron dejar ese negocio de alquiler para empezar uno propio. Y así fue como empezó el negocio turístico, la actual Fonda Rigà, que hoy es referente en la comarca y que abrió sus puertas a principios de los años 70, poco antes de la inauguración de la estación de esquí de Vallter 2000.

La cocina de Lola. ««Guisar sin prisas, dejando que los asados hagan el xup-xup»

Ella siempre ha sido el alma de la cocina, aunque dice que no ha sido nunca la ama. Los primeros años, era su madre, Conchita, quien disponía como se debían hacer las cosas; más tarde fueron sus hijos los que le daban las órdenes. Sea como sea, lo cierto es que la carta de la fonda aún conserva muchas de las recetas tal y como siempre las ha elaborado Lola. Un estilo de cocinar que no aprendió a ninguna escuela, es la que siempre habían hecho las mujeres de su familia, generación tras generación. Guisar sin prisas, dejando que los asados hagan el xup-xup.

Un negocio familiar con el relevo garantizado

Lola Gardella y Albert han tenido seis hijos: Daniel, José, Albert, Francina, Xavier y Imma. Todos ellos continúan viviendo en el valle de Camprodon y cuatro de los seis se han dedicado al negocio de la hostelería. Josep y Albert continúan al frente de la Fonda Rigà. El primero en la cocina y el segundo en la sala y en la recepción. Y Francina y Xavier se han hecho cargo del restaurante que la familia abrió hace 15 años en Camprodon, el Pont 9. Todos ellos, recuerdan y explican, que tenían que ayudar en el restaurante y ya de muy pequeños aprendían a servir cafés a los clientes sin derramar ni una gota ni quemarse los dedos. Aquella fue una época de trabajar duro y mucho. No cerraban ningún día. Abrían incluso el día de Navidad y Nochevieja, y nunca hicieron vacaciones. Con todo pero, rememoran aquellos años con alegría, porque de hecho el pueblo a todos los chicos y chicas de su edad les tocaba ayudar en casa o con los trabajos de campo, cuando no estaban en la escuela.

También, los seis, tienen muy buen recuerdo del padrino José. Le describen como un muy buen hombre, que nunca se quejó para nada y que siempre los cuidó y amó con devoción. También con los clientes de la honda tenía un trato excepcional. Un gran hombre y huésped de sus huéspedes.
Ese ambiente tan cercano y cálido con los clientes es el mismo que continúa respirandose hoy en el negocio. Pese a que los dos hijos ya son los que están al frente y por tanto los que han asumido la dirección, es fácil encontrarse Albert y Lola en la fonda. Y parece que no hay que sufrir por el relieve de la cuarta generación, uno de los nietos de Lola y Albert, Arnau, ha comenzado a estudiar cocina en la Escuela de Hostelería de Girona.

Los Rigat de Tregurà

Una familia que generación tras generación han luchado y trabajado para atender de la mejor manera sus huéspedes, sus clientes, y mantener el ambiente cercano, cálido y afectuoso, que tanto les ha caracterizado desde 1971 que abrieron para primera vez las puertas de la Fonda Rigà de Tregurà.

En las fotos anteriores, Albert, responsable de la sala y de la recepción de la fonda, sirviendo el desayuno a unos clientes. Teresa, la mujer de José, atendiendo unos clientes. José que lleva la cocina de la fonda, ayudado por su hijo Arnau, que este curso ha empezado a estudiar en la Escuela de Hostelería de Girona.

Fuente: Revista Les Garrotxes (article de Marta Massó). Editorial Gavarres

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